La historia
detrás de una biblioteca clandestina española en el campo de exterminio nazi de
Mauthausen
María Lillo. Para BBC Mundo, España – 20 de junio de
2015
(A
veces, ha ocurrido y ocurre que, en los peores momentos individuales o
colectivos, surge un rayo de luz, una idea sencilla que mitiga el dolor y
devuelve la esperanza. A veces, cuando un grupo de “seres inhumanos”, auténticos cafres, quieren
deshumanizar a cientos, a miles de personas, maltratándolas hasta extremos
difícilmente imaginables, surge alguien o un grupo, que abren una rendija para
iluminar la oscuridad y devolver a los humillados las ganas de vivir. Los libros
han jugado ese papel en más de una ocasión a lo largo de la historia y aquí nos
narran un ejemplo...)
(...)
"Mi padre siempre decía que leer te hace libre", le
cuenta a BBC Mundo Llibert
Tarragó, hijo del promotor de la biblioteca. Lleva años indagando sobre la historia de su
padre Joan, un militante del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC),
de ideología comunista, que luchó en el bando republicano durante la guerra
civil española. (...)
Llegan los libros
A comienzos de 1943,
empezaron a llegar franceses, italianos y rusos deportados de la resistencia a
la ocupación nazi en sus países, narra Tarragó. Nada más llegar al campo, les
quitaban todas
sus pertenencias. Lo que era de valor se lo quedaban y lo que
no les interesaba, lo incineraban.
Cuando los españoles
que trabajaban en el almacén le dijeron a Joan Tarragó que había libros entre los enseres que
acaban en la hoguera, le propuso a la cúpula de la resistencia
rescatarlos y formar una pequeña biblioteca.
Así, Tarragó junto a
un compañero, de apellido Picot y capaz de arreglar los libros que llegaban en
mal estado, comenzó a reunir volúmenes y a esconderlos en un armario del
barracón número 13. (...)
La pequeña biblioteca clandestina fue creciendo. Recopilaron alrededor
de 200 obras de autores como Émile Zola, Víctor Hugo o Fiódor Dostoievski. Pero
la que más éxito cosechó entre los presos, cuenta Tarragó, fue "La
madre", de Maksim Gorki.
Un sobreviviente
francés, de Córcega, le confesó a Llibert Tarragó que leer "La Cartuja de
Parma" de Stendhal en Mauthausen había sido "un salvavidas".
(...)
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