Interesante artículo de Leila Guerreiro, publicado en Babelia el pasado sábado 29 de junio. De vez en cuando, es posible que compremos un libro porque el título nos ha impactado. Al final de la lectura del mismo es posible también que concluyamos que el título elegido ha sido perfecto..., o no.
Hay
título cortos y largos; formados por una, dos, tres, cuatro o más palabras: Hamlet;
Nada; Emma, Tristana... / La hojarasca; el túnel... / La isla inaudita; Una
relación perfecta; La sonrisa etrusca... / El río del olvido; La isla del
tesoro; Escenas de cine mudo... / Y los extralargos, formados por oraciones
completas, con sujeto, verbo y complementos: El coronel no tiene quien le
escriba; Las mujeres que leen son peligrosas; El abuelo que saltó por la
ventana y se largó... Y si queremos encontrar a alguien recurrente en la
longitud de los títulos, solo tenemos que fijarnos en la trilogía Millenium de
Stieg Larsson: Los hombres que no
amaban a las mujeres; La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de
gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. El caso es que
a unos les gustan largos y a otros cortos, y en los enlaces que siguen puedes
leer un interesante análisis de cómo se han titulado y se titulan los libros.
Y
lo completo con esta entrada de un blog, donde se habla de manera desenfadada
de los títulos de los libros:
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