Llamaron
a la puerta y quienes querían entrar eran la clase completa de 4 años A, con su
tutota –Ana Portolés- al frente. Venían todo contentos a entregar el libro
grande colectivo que habían hecho en su
clase. El libro con el que, como las otras clases del centro, felicitan a la
biblioteca por su 25 cumpleaños. Estos pequeños llegan con semblantes bien
distintos: unos con los ojos bien abiertos, otros con cara de susto; los hay
que traen una sonrisa que ilumina la mañana y quienes no acaban de llegar porque
se entretienen por el corto camino de la puerta de clase a la mesa donde los
recibimos...
Sobre
la mesa pusimos el libro y, a medida que pasábamos las hojas nos lo iban
explicando... Una foto de toda la clase con una carta, dedicada a la “querida
biblioteca”; unas páginas con letras mayúsculas que les servían para escribir
sus nombres y palabras que comenzaban por las letras dibujadas y coloreadas; la
celebración del Día de la Paz y el dibujo de una paloma grande que contenía
palabras y frases escritas por ellos; autorretratos en los que se dibujaban con
el disfraz de carnaval; páginas en inglés... No lo vamos a explicar todo. Ya lo
veréis cuando se haga la exposición en la última semana de mayo.
A
las doce, ya en la biblioteca recibimos a un grupo de extraescolares, con la
monitora Laura, que también decidieron sumarse a la fiesta. Vinieron todos los
componentes del grupo y nos dieron un regalo envuelto en papel de idem y lleno
de lacitos de colores. Lo abrimos y apareció un libro grande con el expresivo
título de “Historias para no dormir”. Las letras del título estaban
pintadas de un color rojo sanguinolento y de la portada colgaba un esqueleto
articulado que aún daba más miedo. Ya os podéis imaginar el interior: un cuento
tras otro, inventados en grupo que tratan de personajes y sucesos que quieren
atemorizar al lector o a la lectora: zombis, ciborgs y otros inquietantes
personajes son los protagonistas de sos cuentos para no dormir. El libro
contiene dibujos muy bien hechos de quienes han colaborado en hacerlo; juegos
de diferencias; otros de encontrar un objeto (al estilo de Wally). Hay que
leerlo y luego, el que lo haga, que nos cuente si se le pusieron los pelos de
punta o si lo leyó sin despeinarse. Cuando “se entere” la biblioteca va a alucinar con estas incorporaciones, ¡seguro!
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