Vinieron, el pasado martes, las dos clases de infantil
tres años a hacer entrega de los libros grandes que han ido componiendo. Venían
con sus maestras. Traían puestos los ojos de mirar a todos los lados, y de sorpresa
al verse rodeados de los mayores del colegio; en una clase en la que nunca
habían estado y recibidos además por un maestro de barba blanca...
Nos
enseñaron los libros y, con ayuda de sus maestras nos explicaron algunas
páginas, recitaron algún poema y siguieron con los ojos abiertos para no
perderse nada de lo que estaba pasando.
Pudimos
ver, en las páginas de los libros regalados a la biblioteca, los colores de las
estaciones, las manos de todos ellos impresas y los nombres escritos por ellos
mismos... Y unos autorretratos que hubieran recibido, ¡seguro!, la felicitación
de Picasso o de Miró (¡qué cuerpos, qué cabezas, que brazos y qué piernas!)...
Unos trabajos colectivos que podremos ver expuestos a finales de mayo en la
biblioteca del colegio.
A
veces, en la escuela, se producen momentos realmente emotivos, que nos
conmueven. Anteayer yo percibí uno de esos: los más pequeños del colegio vienen
a una de las clases de los más grandes a entregar y mostrar su trabajo... Y los
mayores escuchan, miran y felicitan a aquellos tipos pequeños que, sin darse
ninguna importancia, nos dejaron su libro, se dieron media vuelta y regresaron
“a sus cuarteles”, como si no hubiera pasado nada... ¡QUÉ GRANDES SON LOS PEQUEÑOS!
¡Cuánta sensibilidad en una actividad aparentemente tan simple! ¡Y qué bien acompañados tanto los pequeños como los mayores!
ResponderEliminarUn abrazo.