La
magia de las bibliotecas
Hay que decirlo y repetirlo
frecuentemente. Las cosas no siempre fueron como son, en algunos lugares del
mundo. Hace cuatro mil años, en asentamientos humanos de la actual Siria había
ya espléndidas bibliotecas y gobernantes que fomentaron su fundación y
engrandecimiento. Y, en aquellos tiempos, la mayor parte de los territorios de
la actual Europa estaban ocupados por grupos humanos con niveles ínfimos de
civilización y muy altos de barbarie... Este texto, sacado de un libro que
habla de Bibliotecas y algunos links que se ofrecen nos permiten imaginar que
allí donde hoy solo hay destrucción por una guerra brutal, hubo gente que
apreció el saber y su transmisión a las generaciones futuras. También había
gente que destruía lo que otros habían construido, por desgracia...
“Las expediciones
arqueológicas han encontrado numerosas bibliotecas antiguas, entre las que
destacan las de Ebla, Nínive, Nimrud y Pérgano. La vida cotidiana de
civilizaciones legendarias ha quedado al descubierto gracias al descubrimiento
de una gran cantidad de tabletas de arcilla. La biblioteca más antigua que se
conoce fue hallada en las ruinas de Ebla, en el norte de Siria. Esta ciudad,
que en torno al año 2.500 a.C. era un destacado centro comercial, fue destruida
en dos ocasiones. Tras la segunda de ellas, en torno al año 1650 a.C., no volvió
a recuperarse y el viento cubrió sus ruinas –y sus bibliotecas- con la arena
del desierto. Ebla fue poco más que una leyenda hasta la década de 1970, cuando
fue desenterrada por un grupo de arqueólogos que terminó recuperando veinte mil
tablillas de arcilla cubiertas de escritura cuneiforme.
Como es habitual en las
bibliotecas antiguas, las tablillas de Ebla habían sido colocadas en
estanterías pegadas a los muros. Cuando los ejércitos invasores de Ebla las
quemaron, o se degradaron con el paso del tiempo, las estanterías se hundieron
por el peso de las tablillas. Según uno de sus excavadores, las tablillas “cayeron una sobre otra en montones
horizontales, como cartas de una baraja”. Así es como las encontraron.
Muchas de las tablillas de
Ebla estaban escritas en un dialecto desconocido hasta entonces, llamado semita
noroccidental, o “cananeo antiguo” (también conocido como “eblaíta”). Otras
estaban escritas en sumerio, una lengua muy estudiada y bien comprendida por
los arqueólogos. Entre los documentos había tablillas con glosarios que
entremezclaban palabras de ambas lenguas, lo cual permitió la traducción del
eblaíta.
Las tablillas de Ebla
documentaban la vida económica y cultural de los doscientos cincuenta mil
habitantes de la ciudad, que mantenían relaciones comerciales con gentes de
otras ochenta poblaciones diferentes. Una de las salas de la biblioteca
contenía listas de bebidas y comida, aparentemente las cuentas de los mensajeros
oficiales y los funcionarios del Estado. Otras tablillas trataban del comercio
textil, el principal de los negocios de Ebla, mientras que otras muchas lo
hacían sobre impuestos. Algunas tablillas contenían leyendas, himnos,
encantamientos mágicos, así como datos y observaciones de carácter científico,
incluidos textos sobre zoología y mineralogía. Las tablillas de Ebla también
contienen las primeras referencias a la ciudad de Jerusalén.”
(Páginas 29-30 del libro “Bibliotecas. Una historia
ilustrada”, de Stuart A.P. Murray)
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